Este aumento del agua embotellada viene condicionado por la
publicidad a la que las empresas comercializadoras nos exponen a diario.
Utilizan estrategias que pueden ir desde difundir el mensaje de que para
adelgazar es preciso beber una marca específica de agua hasta que para hacer
deporte es imprescindible otra marca, que aporta a tu organismo todos los
minerales que el cuerpo desecha cuando sudas.
Estas estrategias nos llevan a creer que el agua de la red
de abastecimiento es peor que la embotellada y hace que nos pasemos al consumo
de agua envasada. ¿Realmente obtenemos grandes beneficios para nuestra salud o
para la salud económica de esas empresas?
En contra de lo que nos puedan decir sobre el agua del
grifo, su consumo es bastante más seguro, más sano, más barato y muchísimo más
ecológico.
Pero, si indagamos un poco más, podemos descubrir el agua
embotellada es originariamente agua del grifo, en un porcentaje del 40 % por lo
menos. ¿Cuál es la diferencia entonces? El añadido de minerales que no aportan,
en ningún caso, beneficios concretos para la salud.
A esta publicidad engañosa hay que añadir que uno de los
mayores problemas de esta agua embotellada es su embalaje. La mayor parte de
esta agua se envasa en botellas de plástico, material que proviene de petróleo
crudo, qué es muy tóxico para nuestro organismo.
Hay que sumar la energía que se consume en las plantas
embotelladoras y, por supuesto, el combustible que se usa para el transporte
del agua una vez envasada.
En algunos lugares la extracción del agua para su
embotellamiento deja a los habitantes de la zona sin agua en sus redes locales
y provoca grandes desequilibrios en el medio ambiente. Hay que tener en cuenta
que, del precio que abonamos por ellas, el 90 % es para pagar los envases.
Por otra parte, no podemos olvidar el alto grado de
contaminación que producen, porque una botella de plástico tarda 700 años en
descomponerse, pero después de este tiempo sigue contaminando, y que solo el 20
% de ellas son recicladas. Se necesitan unos diez millones de litros de
petróleo para fabricar cien millones de botellas y siete litros de agua para
producir uno de agua embotellada.
Algunos estudios han revelado que el agua del grifo es,
cuando menos, de la misma calidad que el agua embotellada, mucho más económica
y fácil de trasportar.
En Alemania y Austria se está imponiendo el uso de botellas
de vidrio, mucho más reutilizables y fáciles de reciclar que las de plástico.
En California, algunos restaurantes famosos ya se niegan a
servir agua embotellada y aconsejan el consumo del agua del grifo.
Investigadores del Centro Nacional de Aceleradores y de la
Universidad de Sevilla han analizado los niveles del polonio radiactivo 210Po
en 32 marcas de agua mineral. El estudio confirma que la cantidad de
polonio-210 en el agua embotellada es muy superior a la que contiene el agua
del grifo, que en general no suele superar 1 mBq/l. La de Sevilla, por ejemplo,
es 0,25 mBq/l.
Los resultados revelan que las concentraciones de esta
sustancia nociva en algunas muestras superan más de 100 veces las que hay en el
agua del grifo, aunque siempre muy por debajo de los valores peligrosos.
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